Traductor: Sebastian BettiRevisor: Lidia Cámara de la Fuente ¿Qué nos mantiene sanos y felices conforme avanzamos en la vida? Si tuvieran que invertir ahora en lo mejor para su futuro, ¿dónde pondrían su tiempo y energía? Una encuesta recientea la generación del milenio les preguntó cuáles eran sus metasmás importantes en la vida, y más del 80 % dijo que una meta importante para ellosera hacerse ricos. Y otro 50 % de esos mismosadultos jóvenes dijo que otra meta importante era ser famosos. (Risas) Y se nos dice constantemente que trabajemos más, que nos esforcemos para lograr más. Nos da la impresión de quedebemos perseguir estas cosas para tener una buena vida. El panorama de una vida, de las decisiones que toma la gente,y el resultado de esas decisiones, es casi imposible de obtener. Gran parte de lo que sabemos de la vida lo sabemos pidiendoa la gente que recuerde el pasado. Y, como sabemos, la retrospectivaes todo menos agudeza. Olvidamos grandes fragmentosde lo que nos sucede en la vida, y a veces la memoriaes francamente creativa. Pero ¿y si pudiéramos ver vidas enteras conforme se desarrollan en el tiempo? ¿Y si pudiéramos estudiar a las personasdesde la adolescencia hasta la adultez para ver qué hace a la gentefeliz y saludable? Lo hicimos. El Estudio de Desarrollo de Adultos de Harvard puede que sea el estudio más largode la vida adulta en la historia. Durante 75 años, rastreamosla vida de 724 hombres, año tras año, preguntándoles sobresu trabajo, su vida hogareña, su salud, y, claro, preguntando todo ese tiempo sin saber cómo resultarían sus historias de vida. Estudios como esteson extremadamente raros. Casi todos los proyectos de este tipose desmoronan pasada una década porque muchas personasabandonan el estudio, o por falta de financiamiento, o por distracción de los investigadores, o porque mueren, y nadie continúala investigación de campo. Pero gracias a una combinación de suerte y persistencia de varias generacionesde investigadores, este estudio sobrevivió. Unos 60 de los 724 hombres del principio siguen con vida, todavía participan en el estudio, la mayoría tiene noventa y tantos. Y ahora empezamos a estudiar los más de 2000 hijos de estos hombres. Y yo soy el cuarto director del estudio. Desde 1938, hemos rastreado las vidasde dos grupos de hombres. El primer grupo empezó el estudio cuando eran estudiantes de segundo añoen la Universidad de Harvard. Todos terminaron la universidaddurante la Segunda Guerra Mundial, y luego la mayoría se fue a la guerra. El segundo grupo que seguimos era un grupo de chicos de losbarrios más pobres de Boston, chicos elegidos para el estudio específicamente porque provenían de las familias con más problemas y más desfavorecidas en el Boston de los años 1930. La mayoría vivía hacinada,sin agua corriente, sin agua caliente. Cuando ingresaron al estudio, se entrevistó a todos estos adolescentes. Se les realizaron exámenes médicos. Fuimos a sus hogaresy entrevistamos a sus padres. Y luego estos adolescentesse hicieron adultos y cada uno hizo su vida. Algunos fueron operarios de fábrica,abogados, albañiles, médicos, uno fue presidente de EE.UU. Algunos se hicieron alcohólicos.Unos pocos sufrieron esquizofrenia. Algunos tuvieron ascenso social desde la base hasta la cumbre, y otros fueron en sentido contrario. Los fundadores de este estudio ni en sus fantasías más alocadas hubieran imaginado que yo estaríahoy aquí, 75 años después, contándoles que el estudio continúa. Cada dos años, nuestro dedicadoy paciente personal de investigación llama a estos hombres y les preguntasi pueden enviarles otra serie de preguntas sobre sus vidas. Muchos de los hombresde Boston nos preguntan: "¿Por qué quieren seguir estudiándome?Mi vida no es tan interesante". Los hombres de Harvardnunca hacen esa pregunta. (Risas) Para obtener la imagen más clarade estas vidas, no solo enviamos cuestionarios. Los entrevistamos en sus salas de estar. Conseguimos sus historias clínicas. Les extraemos sangre,escaneamos sus cerebros, hablamos con sus hijos. Registramos en video las conversacionescon sus esposas sobre sus preocupaciones. Y cuando, hace una década, finalmenteles preguntamos a las esposas si querían sumarsecomo miembros del estudio, muchas mujeres dijeron:"Sabes, ya era hora". (Risas) ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué lecciones surgen de lasdecenas de miles de páginas de información que generamos sobre estas vidas? Bueno, las lecciones no tienen que vercon riqueza, fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de estos75 años de estudio es este: Las buenas relaciones nos hacenmás felices y más saludables. Punto. Hemos aprendido tres cosassobre las relaciones. La primera es que las conexionessociales nos hacen bien, y que la soledad mata. Resulta que las personascon más vínculos sociales con la familia, los amigos, la comunidad, son más felices, más sanos y viven más que las personas que tienen menos vínculos. Y experimentar soledad resulta ser tóxico. Las personas que están más aisladasde lo que quisieran de otras personas encuentran que son menos felices, son más susceptibles a recaídasde salud en la mediana edad, sus funciones cerebralesdecaen más precipitadamente y viven menos que las personasque no están solas. Y lo triste es que, en cualquier momento, más de 1 de cada 5 estadounidensesinformarán estar solos. Y sabemos que podemosestar solos en la multitud y podemos estar solos en un matrimonio, por eso la segunda gran lecciónque aprendimos es que no tiene que ver conla cantidad de amigos que tenemos, tampoco tiene que ver conque estemos en una relación, lo que importa es la calidadde las relaciones más cercanas. Resulta que vivir en medio del conflictoes muy malo para la salud. Los matrimonios muy conflictivos,por ejemplo, sin mucho afecto, resultan ser muy malos para la salud,quizá peores que el divorcio. Y vivir en medio de relacionesbuenas y cálidas da protección. Cuando nuestros hombresllegaron a sus ochenta y tantos, quisimos analizarcómo fue su mediana edad para ver si podíamos predecir quién se convertiría en unoctogenario feliz y saludable y quién no. Y cuando recolectamos todolo que sabíamos de ellos a sus 50 años, no fueron los niveles de colesterolde la mediana edad los que predijeron cómo envejecerían. Fue el grado de satisfacciónque tenían en sus relaciones. Las personas más satisfechasen sus relaciones a los 50 años fueron las más saludablesa los 80 años. Y bueno, las relaciones cercanasparecen amortiguar algunos de los achaques de envejecer. Nuestras hombres y mujeresque están en parejas felices informaron, a sus ochenta y tantos, que cuando sentían más dolor físico, seguían de buen humor. Pero las personas que estabanen relaciones no felices, los días que informabantener más dolor físico, este se magnificaba por el dolor emocional. Y la tercera gran lección que aprendimossobre las relaciones y la salud es que las buenas relacionesno solo protegen el cuerpo, protegen el cerebro. Resulta que estar en unarelación de apego seguro con otra persona a los 80 y tantosda protección, las personas que están en relaciones en las que sienten que pueden contarcon la otra persona si lo necesitan, los recuerdos de esas personaspermanecen más nítidos más tiempo. Y las personas en relaciones en que sienten que no puedencontar con la otra persona, son personas que pierdenantes la memoria. Pero las buenas relaciones puedenno ser armoniosas todo el tiempo. Algunas de nuestras parejas octogenariaspodían pelearse a veces pero en tanto sintieran quepodían contar con el otro cuando la cosa se ponía difícil, esas pelean no quedaban en sus recuerdos. Pero este mensaje, de que las relaciones buenas y estrechasson buenas para la salud y el bienestar, esta sabiduría es vieja como el tiempo. ¿Por qué es tan difícil de entendery tan fácil de ignorar? Bueno, somos humanos. Nos gustaría una solución rápida, algo que nos mejore la viday que sea permanente. Las relaciones son un lío,son complicadas, y cuidar a la familia y a los amigos no es atractivo ni glamuroso. Dura toda la vida. Nunca termina. En el estudio, las personas de 75 años más felices al jubilarse fueron las que activamente reemplazaron compañeros de trabajo por nuevos compañeros de juego. Como los encuestados de la generación del milenio, muchos de nuestros hombrescuando eran adultos jóvenes creían que la fama, la riquezay lograr grandes cosas era lo que necesitaban para tener una vida buena. Pero con el tiempo, en estos 75 años,nuestro estudio ha demostrado que les fue mejor a las personasque se inclinaron por las relaciones, con la familia, con los amigos,con la comunidad. ¿Qué hay de ti? Digamos que tienes 25, o 40, o 60. ¿Qué implica entregarse a las relaciones? Bueno, las posibilidades son casi ilimitadas. Podría ser tan simple como pasar más tiempo con personas que con pantallas o amenizar una relación ranciahaciendo algo nuevo juntos, caminatas largas o citas nocturnas, o acercarse a ese familiarque no hemos visto en años, porque esas disputas familiares tan comunes dejan una pérdida terrible en las personas que guardan rencores. Me gustaría cerrar con una citade Mark Twain. Hace más de un siglo, él estaba analizando su vida, y escribió esto: "No hay tiempo, muy breve es la vida para disputas, disculpas,animosidades, pedidos de cuenta. Solo hay tiempo para amar, y solo un instante,por así decirlo, para eso". La buena vida se construyecon buenas relaciones. Gracias. (Aplausos)