Camino de Santiago. El Templo de las Estrellas (Documental Completo)

Camino de Santiago. El Templo de las Estrellas (Documental Completo)

El descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago, en el primer tercio del siglo IX, impulsó a muchos cristianos a peregrinar hasta Compostela para conocer y venerar sus reliquias. hacía unos años que concluyeron las obras de la segunda Iglesia en honor al Apóstol Santiago. El rey Alfonso III, el Grande había proporcionado los suficientes recursos para levantar un templo más amplio y sólido que la humilde ermita que guardaba la sagrada tumba del santo. Las necesidades habían cambiado, la construcción además de custodiar y honrar las reliquias del Apóstol y sus discípulos Teodoro y Atanasio, debía de ser capaz de acoger una mayor presencia de peregrinos llegados de los reinos peninsulares y del resto de Europa. Eran los comienzos de una historia fascinante, una fabulosa epopeya llevada a cabo durante siglos, por miles de personas unidas por la devoción a la figura del Apóstol Santiago, en un apartado rincón del Finisterre. Le llamaban Compostela: el campo de las estrellas. Hoy podemos disfrutar del resultado de tanto esfuerzo, el sueño de aquellos que dedicaron su vida a la realización de esta magnífica obra y que nunca pudieron verla terminada. Porque la imagen actual de la Catedral de Santiago es el resultado de numerosos cambios, proyectos, obras, remodelaciones, en fin, una dilatada y apasionante creación arquitectónica y artística desarrollada a través de los siglos. Sus artífices viajaron por el mundo recopilando técnicas y artes en los principales centros del cristianismo para traerlos hasta estas tierras del Finisterre, tan alejadas entonces de Europa. Su propósito no era solo construir la más perfecta de las iglesias dedicadas al culto de peregrinos, pretendían convertir Compostela en un lugar de referencia en lo religioso y en lo artístico, como Roma o Jerusalén. Bajo sus bóvedas y torres, entre sus muros y columnas, recordaremos muchas de aquellas historias. A través de sus magníficas obras de arte conoceremos quienes y como eran sus constructores y artistas. Al atravesar sus puertas nos trasladaremos hasta aquellos años donde los peregrinos de toda Europa llegaban a Compostela para venerar al Santo Apóstol y deleitarse con la hermosura de los tesoros artísticos de la Catedral. Para todos ellos nada podría producirles mayor gozo, tras recorrer un largo y penoso camino, hacia las tierras del fin del mundo. Esta es la magnífica Plaza del Obradoiro, miles de peregrinos venidos de todas partes, viajan hasta aquí desde hace mil años. La mezcla perfecta de aventura turístico-deportiva y sentimiento religioso, hacen del Camino de Santiago una experiencia incomparable. Aunque desde la edad media, Jerusalén, Roma y Santiago, han sido los tres grandes centros de peregrinación, la ruta jacobea, es la única que aun se realiza de la misma forma que entonces: a pie y con el zurrón al hombro. Hacia tiempo que la noticia del descubrimiento del sepulcro de Santiago había llegado a Francia. Estaba ya próximo el final del milenio y en los campos de Aquitania se contaban historias de peregrinos que iban a venerar la tumba del Apóstol hasta las lejanas tierras de Galicia, allá en el Finisterre. Eran tiempos oscuros y peligrosos. Viajeros llegados de la península hablaban de combates encarnizados entre cristianos y musulmanes. El terror se desató al conocerse que el ejército sarraceno había arrasado Compostela. Almanzor había destruido su Basílica y demás iglesias y monasterios. Los monjes que consiguieron huir lograron poner a salvo, a duras penas, algunos códices y objetos de gran valor. Pero las cosas mejoraron. Con el califato de Córdoba cada vez más agotado, los cristianos habían conseguido afianzar una frontera estable. Libres de amenazas, los pueblos del norte peninsular pudieron rehacer calzadas, desbrozar caminos y reparar puentes, logrando así, regularizar la comunicación con Francia. Las crónicas hablaban de los milagros del Apóstol, decían que habían resultado decisivos, en la lucha contra los musulmanes. Estas proezas engrandecieron aún más la devoción hacia el Santo. Corría el año 1065, y en la villa francesa de Conques llevaban ya 20 años construyendo una iglesia para custodiar las reliquias de Sainte Foy, veneradas desde el año 866, cuando un monje local las trajo desde Agen, ciudad donde, en el siglo II, fue martirizada cuando tenía solo 12 años. Los trabajos se habían suspendido y sus constructores abandonaban la ciudad, entre ellos se encontraba el maestro Bernardo, que en compañía de otros artesanos, habían decidido viajar a tierras hispanas. Durante la construcción de la iglesia de Conques tuvieron que enfrentarse a un sinfín de retos técnicos, el problema era compaginar la celebración de la liturgia habitual con la demanda de los peregrinos por venerar las reliquias de la santa. Necesitaban más espacios y al elevar las bóvedas, consiguieron la suficiente altura para la construcción de tribunas. Esto posibilitó el transito de los fieles por las galerías superiores. Para evitar que los peregrinos no alterasen la liturgia, se prolongaron las naves laterales por detrás del altar mayor creando un deambulatorio y unas capillas radiales donde pudiesen realizar sus plegarias. Las obras como en el caso de Conques, a menudo se interrumpían y maestros, obreros y artesanos tenían que ir a buscar trabajo. Las posibilidades de encontrarlo aumentaban en los diferentes pueblos y ciudades, a lo largo de las rutas de peregrinación, con destino al oeste de España. Dado el creciente aumento de peregrinos, no era raro encontrarse con la obras de algún santuario, hospital o albergue para el viajero. Y por medio de este continuo trajín de artesanos, constructores y artistas se iban transmitiendo los nuevos avances, formas y técnicas tanto en construcción como en el arte de la escultura y la pintura. El camino de Santiago no era ya solo un camino de devoción, comenzaba a ser un flujo de transmisión y creación de cultura y arte. Corría el año 1073, ocho años después de abandonar Conques, el Maestro Bernardo decidió viajar a Santiago, había oído que un nuevo obispo llamado Peláez, pensaba edificar una nueva Basílica y estaba muy interesado en participar en el nuevo proyecto. Alfonso VI ha reunido bajo su corona los reinos de Galicia, León y Castilla. Una vez concluida la reconquista del norte peninsular y despejados los caminos, los peregrinos procedentes de las distintas regiones de Europa se dirigían hacia Santiago de Compostela por las cuatro rutas que atravesaban el territorio francés y se unían en la localidad Navarra de Puente la Reina. A partir de aquí un único camino les llevaría hasta Santiago. El obispo Diego Peláez decidió construir una nueva Iglesia que reemplazase a la basílica prerrománica. El templo reconstruido, tras el feroz ataque de Almanzor, empezaba a quedarse pequeño ante el aumento incesante de peregrinos. El maestro Bernardo, recién llegado de Conques, le había puesto al corriente de las soluciones arquitectónicas que estaban adoptando en el sur de Francia. Pronto daría comienzo la construcción del edificio románico, que ha perdurado hasta nuestros días. Pero antes de conocer el proceso que llevó a edificar la magnífica y legendaria catedral, retrocedamos aún más en el tiempo para conocer los orígenes de esta maravillosa historia. Las excavaciones realizadas en el subsuelo de la catedral, descubrieron algo más que los vestigios de los primeros templos dedicados a consagrar las reliquias del Apóstol. Los restos arqueológicos desvelaron la existencia de un poblado romano, entre los cuatro primeros siglos de nuestra era. Muchos de sus materiales y estructuras fueron reutilizadas en la edad media, pero todavía podemos observar los restos de la necrópolis, algunos de sus muros y parte del mausoleo, aquel en donde se hallaron los restos del Apóstol y sus discípulos, y que hoy constituye la cripta donde se halla la urna que guarda sus reliquias. Sobrevolamos la ciudad de Santiago, desde el aire podemos contemplar la catedral y cerca de ella la iglesia de San Félix de Solovio. Pues bien según los estudios arqueológicos podemos imaginar la situación en el año I. Donde ahora se encuentra la Catedral estaría emplazada una pequeña fortificación romana y en el lugar donde se halla San Félix, un reducido poblado de campesinos, instalado sobre un antiguo castro de origen celta. Estos emplazamientos permanecieron durante cuatro siglos y a partir del siglo V fueron abandonados. Con el paso de los años la vegetación fue cubriendo el lugar formando un monte tupido y la pequeña aldea de campesinos quedó reducida a un simple abrigo donde recoger el ganado. Y es en este lugar donde las crónicas cuentan que un ermitaño llamado Pelayo, mientras se encontraba ayunando, observó unas luces que brillaban sobre la antigua ciudadela romana. Pero Pelayo no fue el único que contempló el fenómeno, algunos pastores también fueron testigos de las extrañas luminarias. El suceso llegó a los oídos de Teodomiro, obispo de Iría- Flavia, por aquel entonces sede episcopal y ahora parroquia del municipio de Padrón. Ante tales noticias, el obispo acude al lugar y entre la maleza, descubre la entrada de un pequeño sepulcro. A unos metros bajo tierra encuentra tres tumbas, la del medio protegida por una losa de granito. Teodomiro no duda en atribuir estas sepulturas al Apóstol Santiago y a sus discípulos Teodoro y Atanasio. En aquellos tiempos difíciles de lucha contra las fuerzas moriscas el hallazgo resultó un hecho trascendental para toda la población cristiana. Alfonso II rey de Asturias, decidió levantar un elemental pero bien dotado santuario. Sobre el sepulcro se construyó una iglesia para venerar las reliquias del Apóstol y al lado el pequeño monasterio de Antealtares para albergar a la comunidad de monjes que cuidaría del llamado Locus Santi Iacobi. Las obras concluyen en el 830 y el Obispo Teodomiro consagra la primera Iglesia de Santiago. Justo donde cuatro siglos atrás se emplazaba el poblado romano, surgía el núcleo primordial de la futura catedral y de la ciudad de Santiago. Uno de los principales hallazgos de las excavaciones de 1955 fue la tapa sepulcral del obispo Teodomiro, un personaje trascendental en toda esta historia, ya que fue él, quien reveló la naturaleza del sepulcro encontrado gracias a aquellas milagrosas señales. Pero ¿qué razones tenía Teodomiro para afirmar de manera tan concluyente, que esa tumba pertenecía al Apóstol Santiago? Diversas informaciones habían llevado al obispo Teodomiro a tener fundadas sospechas de que el Apóstol podía estar enterrado en Galicia. En el año 700 Adhelmo, el Obispo de Sherborn, y más adelante los escritos de Beda el Venerable, afirmaban, que las reliquias del Apóstol podrían estar ocultas en tierras gallegas. Pero él sabia que estos escritos tenían su base en los textos bizantinos del siglo V conocidos como el Breviario de los Apóstoles, donde por primera vez se habla del apostolado de Santiago en Hispania y sobre todo de su enterramiento en Arca Marmarica. No es de extrañar entonces que después de escuchar al ermitaño Pelayo relatar como unas milagrosas luces señalaban el lugar y descubrir el oculto sepulcro de naturaleza romana donde una de las tumbas estaba cubierta por una losa de mármol, lo identificase enseguida como el Arca Marmárica, aquel que los escritos señalaban como el sepulcro de Santiago. Tras la muerte de Teodomiro se producen dos acontecimientos, a mediados del siglo IX, que iban a resultar claves tanto en la propagación del fervor por el Santo Apóstol, como en el desarrollo del pequeño núcleo compostelano. El primero, entre el mito y la realidad, tuvo lugar en la batalla de Clavijo. Las huestes cristianas del Rey Ramiro I retrocedían ante el ejército de Abderrahman II, de pronto, el Apóstol Santiago apareció, sobre un caballo blanco, causando la desbandada y la derrota de las tropas sarracenas. A partir de aquí el apóstol se convierte, en el defensor de la cristiandad contra los infieles y el rey Ramiro I establece el Voto de Santiago, obligando a entregar todos los años las primeras cosechas a la Iglesia del Apóstol. A finales del siglo IX, el obispo de Iría- Flavia construye una iglesia, más sólida y majestuosa, sobre la anterior, gracias a la ayuda del rey Alfonso III el Grande. La nueva basílica se consagra en el año 899. Sin alterar los sepulcros del Apóstol y sus discípulos, el templo se levanta con tres naves y tres ábsides. Además de esta gran obra se realizan reformas en los monasterios para mejorar la vida de los canónigos y monjes, y se construyen distintas edificaciones como la capilla de la Corticela para reforzar la brillantez de las celebraciones litúrgicas y otras para la acogida y cuidado de los peregrinos, que con más frecuencia, acuden a venerar la tumba del Apóstol y admirar la nueva basílica. Una vez conocidos los inicios del santuario, prosigamos el relato desde donde nos habíamos quedado. Era el año 1074 y el obispo Diego Peláez estudiaba el ambicioso proyecto de los maestros franceses, para la construcción de la nueva basílica. El plan del maestro Bernardo y del obispo Peláez no solo afectaba a la estructura del antiguo templo, implicaba la anexión de parte de los edificios colindantes. Como sucedía en Conques y en las demás iglesias románicas de peregrinación, la nueva basílica tendría que ser capaz de compaginar la acogida de grandes multitudes, con la celebración de los oficios religiosos. Había que derribar, por tanto, la antigua catedral y construir una nueva que tuviese una planta de cruz latina con tres naves y un amplio deambulatorio semicircular con capillas, alrededor de la cripta, para que los fieles pudiesen acercarse a las reliquias del Apóstol sin interrumpir la liturgia. Por desgracia para el obispo Peláez y los maestros Bernardo y Roberto, sus deseos se vieron truncados a los trece años de comenzar las obras. Durante estos años solo tuvieron tiempo de construir las tres capillas centrales de la girola: la del Salvador, la de San Pedro y la de San Juan; así como los muros que las unían. En el muro derecho de la capilla del Salvador observamos una inscripción que esta incompleta, si añadimos los caracteres que faltan podemos leer: ANNO MILENO SEPTVAGENO QUINTO FUNDATA JACOBI. Esta leyenda nos desvela que en el año 1075 se colocaron los cimientos de la catedral. Diego Peláez tuvo un papel relevante como obispo de Iría – Flavia, además de emprender el gran proyecto de la Catedral, sustituyó la tradicional liturgia mozárabe por la romana, pero su afán por defender los bienes de la Iglesia, le fue creando enemigos. Acusado de alta traición por colaborar presuntamente con normandos e ingleses, fue prendido en 1088, por orden del rey y destituido como obispo de Compostela. Por suerte hay veces que la historia corrige los errores de los hombres y nos regala personajes excepcionales, y no hay duda que eso fue lo que aconteció en aquel tiempo Tenía la sensación de que todo había pasado muy rápido, Habían pasado veinte años desde que Diego Gelmírez viajase a Roma para ser nombrado obispo. La sede llevaba cuatro años vacante después de su traslado de Iría Flavia a Compostela en 1095 por el Papa Urbano II. Mientras admiraba la basílica de Conques pensaba en su afán de convertir Santiago en el segundo gran centro de la cristiandad después de Roma. Para lograrlo necesitaba emular de alguna manera las cualidades de la santa sede. La basílica de Santiago debía de estar a la altura y este viaje le estaba permitiendo conocer el arte monumental que se estaba realizando en Europa. A su regreso analizaría con los maestros constructores toda esta información para emplearla en los nuevos diseños. En el año 1101, y ya en Santiago, tras ser nombrado obispo por el Papa Pascual II, Diego Gelmírez se aprestó a poner en marcha sus proyectos. El primero debía ser la conclusión de la catedral. Para entonces los artesanos y obreros dirigidos por el maestro Esteban, acababan de terminar la cabecera de la Iglesia rematando la girola con las dos capillas que faltaban y el triforio absidial, y habían levantado parte del crucero construyendo y decorando sus cuatro capillas. El obispo Gelmírez tuvo la oportunidad de conocer los principales talleres creadores del arte románico como Toulouse, Conques y Cluny. Era evidente que si quería conseguir que la Iglesia de Santiago llegara a ser esa gran sede apostólica, debía de estar a la vanguardia del arte. Para ello patrocinó continuos intercambios entre los obradores compostelanos y los más avanzados de la época. El camino de Santiago se había convertido definitivamente, en un torrente de intercambio cultural y artístico entre Galicia y el resto de Europa. Enseguida llegó el fruto de este internacionalismo cultural. A cada lado del gigantesco crucero se levantaron dos monumentales fachadas esculpidas, donde se situaron dos de las tres principales puertas de la basílica. Al norte la Puerta Francígena por donde entraban los peregrinos finalizando el camino francés y al sur la Puerta de Platerías, elevada sobre el atrio de acceso del palacio episcopal. El primer pórtico, ensalzado por su gran belleza en el Códice Calixtino, fue destruido hacia 1757, siendo sustituido por la actual puerta de la Azabachería. Algunas de sus piezas aún se conservan en el Museo Catedral. La fachada de la Puerta de Platerías ha perdurado hasta nuestros días, pero su aspecto empezó a sufrir modificaciones desde los primeros años, ya que en tiempos del obispo Gelmírez fue objeto de un incendio. A los relieves originales se fueron añadiendo distintas piezas procedentes tanto de la Puerta Francígena original, como de otras obras posteriores. En el año 1102 el obispo Gelmírez y su séquito trasladaron de Braga a Santiago las reliquias de San Fructuoso, San Cucufate, San Silvestre y Santa Susana. Algunas de ellas aún se encuentran en la Capilla de las Reliquias de la Catedral. El llamado “Pio Latrocinio” consiguió atraer a más peregrinos y restar importancia a la sede de Braga. Aunque cada vez eran más los peregrinos que acudían a venerar las reliquias de Santiago, tanto la diócesis compostelana, como la creencia y práctica jacobea necesitaban nuevos impulsos. Con el propósito de afianzar sus pretensiones como sede apostólica el papa Calixto II, en 1120, elevó a Diego Gelmírez, al rango de arzobispo, obteniendo así la dignidad metropolitana de la iglesia de Santiago a costa de la de Mérida. Posteriormente impulso la redacción de unos textos para difundir y consolidar los fundamentos de la tradición jacobea. Y así nació el Códice Calixtino, cuyo manuscrito original, se conserva en la Catedral de Santiago. El texto, está dividido en cinco libros: El primero ofrece una amplia relación de textos litúrgicos dedicados a Santiago. el segundo contiene los milagros realizados por el Apóstol en las distintas rutas del camino de Santiago; el tercero relata los prodigiosos sucesos relacionados con la traslación de su cuerpo desde Palestina a Galicia y como se deposita en el sepulcro; el cuarto conocido como La Historia de Turpin, narra la venida a España del emperador Carlomagno para liberar el camino a la tumba apostólica, y por último, el quinto, consiste en la famosa guía del peregrino desde Francia a Santiago atribuida al clérigo francés Aymeric Picaud. En su apéndice final se hallan diversos himnos y poemas en honor a Santiago, referencia fundamental en la música polifónica occidental. Son los momentos de máximo esplendor del culto Jacobeo. Miles y miles de peregrinos procedentes de toda Europa se dirigen a Compostela para venerar al Santo. Se arreglan calzadas, surgen nuevos burgos y ciudades, se crean hospitales y albergues… El Camino de Santiago trasciende definitivamente de su función religiosa y se convierte en un torrente de intercambio y desarrollo cultural y económico, entre las tierras del norte de España y el resto de Europa. Diego Gelmírez había cumplido todos sus objetivos: la construcción de la catedral iba por buen camino y era un referente del arte románico europeo. Su diócesis tenía la dignidad metropolitana y Santiago, gracias a sus nuevas construcciones y al fomento de la cultura, se mostraba como una ciudad abierta y prospera. Para algunos de sus conciudadanos estos éxitos no fueron excusa a la hora de perpetrar un vergonzoso intento de linchamiento, aprovechando cobardemente su vejez y enfermedad. Pero el obispo Gelmírez, muchas veces acusado de codicia, por querer engrandecer su Iglesia y su región, perdonó siempre a aquellos que le ultrajaron para apoderarse de todos sus logros. La finalización de la catedral se dilataba debido a la falta de recursos y a su enorme complejidad. Comenzaba el año 1168, habían pasado treinta años de la muerte de Gelmírez y el rey Fernando II al ver la obra estancada encarga al Maestro Mateo la conclusión de la catedral. Una de las mayores dificultades que debían salvar los constructores era el desnivel que presentaba el terreno entre la cabecera y el extremo occidental. Para solucionar el problema y poder rematar las naves, Mateo decide construir una cripta que nivele el terreno y sirva de soporte a la estructura de un nuevo e innovador pórtico que introducirá en el templo el nuevo estilo gótico. El Pórtico de la Gloria es una de las obras más bellas del templo Compostelano. Constituye el atrio de la catedral y se estructura en tres vanos que coinciden con las naves de la iglesia. Está presidido por la estatua sedente del apóstol Santiago, que desde el parteluz, o columna del arco central, acoge a los peregrinos. Una vez que el maestro Mateo hubo rematado la fachada occidental y construido el majestuoso coro pétreo, que hoy podemos ver en el Museo Catedral, quedaron concluidas las obras. Y por fin el 21 de abril de 1211, el arzobispo Pedro Muñiz en presencia del rey Alfonso IX, consagró la catedral románica de Santiago. Hoy es un día muy especial. El Papa Benedicto XVI visita Santiago y su catedral. Este año la festividad de Santiago Apóstol coincide en domingo y cuando esto sucede se celebra el Año Santo Compostelano o Año Jacobeo A imitación de los Años Santos Romanos surgidos en 1300, los peregrinos que acudiesen al Santo Sepulcro durante estos años, lograrían la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de todos sus pecados. Tal privilegio fue concedido dos siglos después de la consagración de la catedral románica por el papa Martín V, gracias a las gestiones del por entonces Arzobispo Lope de Mendoza. El primer año santo Jacobeo se celebró en 1428 y desde 1434, se viene celebrando regularmente. El magno acontecimiento aconsejó la reparación de algunas partes de la Basílica que resultaron dañadas en los ataques del siglo anterior. La principal reforma fue la construcción del actual cimborrio gótico. Y es muy posible que debido al andamiaje instalado para realizar esta obra surgiese la idea de colgar de él un gran incensario dando origen al ingenioso botafumeiro. La primera referencia al botafumeiro aparece en una nota marginal del Codice Calixtino, escrita precisamente a principios del siglo XV y lo vincula a las grandes solemnidades celebradas en el interior de la basílica. El renacimiento llega a su apogeo en España en el siglo XVI y es evidente que tanto la Catedral de Santiago como su entorno notan su influencia. Es precisamente cuando se construye el nuevo claustro que sustituye al medieval. Las obras se iniciaron en 1509 y en su proyecto participaron algunos de los más afamados maestros del renacimiento español como Juan de Álava y Rodrigo Gil de Hontañón. De cara al exterior se levantó la palaciega fachada del Tesoro y su famosa torre escalonada. Mas adelante la fachada se completaría con la Torre de la Vela inspirada en la anterior. También en el Siglo XVI es cuando empieza a coger forma la Plaza del Obradoiro al construirse el Hospital Real para peregrinos y enfermos. Los Reyes Católicos peregrinan a Compostela, para agradecer al Apóstol Santiago la conquista de Granada. Viendo la gran afluencia de devotos, promueven su construcción. Actualmente, recibe el nombre de Hostal de los Reyes Católicos, siendo uno de los edificios más bellos del renacimiento español. Mas adelante se decidiría la realización de la actual escalera de acceso al Pórtico de la Gloria, obra de Ginés Martínez. Una galería de columnas jónicas, realzaría aún más el esplendor de la plaza del Obradoiro. Una serie de acontecimientos habían provocando una progresiva reducción de peregrinos a Santiago desde el siglo XIV La terrorífica peste negra que diezmó la población europea unida al gran cisma que dividió a los católicos en 1378, significaron el comienzo de la crisis. En el siglo XVI la reforma de Lutero provocó un nuevo cisma que afectó de lleno a la peregrinación compostelana, ya que al criticar duramente su práctica, cortó de raíz la devoción jacobea en los países centroeuropeos. En 1589 el arzobispo Juan de San Clemente advertido de que el pirata Francis Drake, había arrasado A Coruña en respuesta a la fracasada invasión de la Armada Invencible, enterró, en absoluto secreto, las reliquias del Apóstol, tras el altar mayor de la catedral. La desaparición de los restos del Apóstol agravó definitivamente la crisis de la ruta jacobea. La llegada a Santiago del canónigo José de Vega y Verdugo, iba a ser determinante en la metamorfosis barroca de la antigua catedral medieval. En 1656 el cabildo aprueba su ambicioso proyecto de reformas, avalado con la financiación del rey Felipe IV. El propósito del canónigo era superponer en el exterior y el interior del templo, nuevas estructuras arquitectónicas y ornamentales barrocas manteniendo la planta románica original. Las reformas se iniciaron en 1658 con la remodelación completa de la capilla mayor y la construcción en la cabecera de la catedral, del Pórtico Real de la Quintana, con el propósito de dignificar la Puerta Santa, acceso de los peregrinos en los años de jubileo. La transformación de la cabecera de la basílica culmina primero con la nueva cúpula sobre el cimborrio gótico y más tarde con la construcción de la torre del reloj. Las almenas medievales se convierten en enormes balaustradas y así, poco a poco el legado románico de Gelmírez se oculta bajo la moderna cubierta barroca. Pero la metamorfosis aún no había concluido. Había que rematar el enmascaramiento barroco con una nueva fachada en la plaza del Obradoiro y el arquitecto Fernando de Casas se iba a ocupar de ello. Después de varias propuestas se decidió superponer un nuevo frontispicio al que en su día construyó el maestro Mateo. Las dos torres medievales se elevaron e igualaron, y en el cuerpo central se abrió uno de los ventanales más grandes de su tiempo para iluminar el interior de la catedral. Bajo una hornacina, preside el conjunto la escultura del apóstol Santiago con hábito peregrino; a sus lados dos parejas de ángeles con la cruz de la Orden de Santiago; por debajo, sus discípulos Atanasio y Teodoro, también de peregrinos, flanquean una urna, que representa el sepulcro del apóstol Santiago; y una estrella, aquella que vio el ermitaño Pelayo donde hoy se levanta el templo de las estrellas. Aunque el Camino de Santiago consiguió recuperar parte de su prestigio en el siglo XVIII, con el gran cambio social del XIX volvió la crisis. Hasta tal punto que el 25 de julio de 1867, apenas 40 peregrinos acudieron a la fiesta del Apóstol. Pero durante el transcurso de la excavaciones de 1879, el canónigo López Ferreiro halló las reliquias que durante trescientos años estaban ocultas. El Papa León XIII en 1884, declaró su autenticidad y exhortó a emprender de nuevo las peregrinaciones al sepulcro sagrado. El documento pontificio resultó fundamental en la revitalización de la fe jacobea. A partir de entonces el aumento de peregrinos hacia la villa compostelana no ha dejado de crecer hasta nuestros días. La visita de Juan Pablo II y después la de Benedicto XVI en el año santo compostelano de 2010, rodeados de una ferviente multitud de peregrinos venidos de todas partes del mundo, demuestran la magnífica vitalidad que hoy muestra el culto Jacobeo. Pero a pesar de todos los cambios, la obra de Peláez y Gelmírez, de los maestros Bernardo, Esteban, Mateo y tantos otros sigue inalterable y reconocible. En los espacios de sus naves, columnas, tribunas, capillas y pórticos se conserva el espíritu de todos aquellos que contribuyeron a edificarla.

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