Hola a todos. Estoy muy feliz porque soy súper fan de las charlas TED. Entonces es como estar dentro de tu propio sueño. Quiero decir, os seré sincero, yo del cerebro no sé nada. Sé que tiene dos hemisferios, igual que el culo; y así nos va. Así que hay que aprender a gestionarlos para no cagarla. Esa es un poco la idea. El cerebro no piensa... pero lo parece. Así que nos va a tocar currárnoslo a nosotros. El cerebro solo hace dos cosas; igual hace más, yo... me da igual, sólo hace dos. Almacena y asocia, ya está. Eso es lo que nos interesa. Por un lado tenemos aquí el disco duro más grande, con una capacidad ilimitada. ¿Y qué hacemos con esa información? Cogemos toda esa información y la asociamos entre ella para crear cosas nuevas. ¡Ojo! Con la información que tienes. O sea, el cerebro es tonto. El cerebro no puede crear desde la nada. No se puede. Necesita hacer esas asociaciones con lo que tú sabes. El avión no fue un invento, fue una asociación de ideas. Sin pájaros no habría aviones, estoy seguro. Estoy totalmente seguro, qué pena no poder demostrarlo. No puedo demostrar nada de lo que voy a decir. Es lo bueno. (Risas) Claro que vosotros tampoco podéis demostrar lo contrario. Entonces, el cerebro funciona como una máquina tragaperras. Es muy sencillo. Tenemos como unas ruedas con tu información, que van girando. Van girando y van haciendo combinaciones. De vez en cuando, surge la combinación ganadora. El premio. La idea. Y ahí es donde hay que llegar. Cuando empezamos en Antena3, iba a venir Antonio Banderas al programa. Yo quería hacerle una magia. Entonces, en la primera rueda fija sale Antonio Banderas y ya tienes un referente con el que trabajar; y a partir de ahí, con tus conocimientos, vas ajustando. Entonces, Antonio Banderas... actor... El Zorro... Catherine Zeta Jones... Catherine, qué buena estás, madre mía, para mojar pan. No, no, no, ya me estoy yendo. Antonio Banderas, actor, La piel que habito, es de Almodóvar. Almodóvar, travestis, Almodóvar, travestis; no, no, ya me estoy yendo, espera. Vas centrando, pero vas eliminando y vas filtrando. Antonio Banderas, actor, La piel que habito, hace de cirujano... Un bisturí. Ahí hay algo. Una magia, le puedo hacer una magia con un bisturí. Las ruedas van girando; entonces, cuando estás cerca de la idea, sabes que estás ahí. Yo confío al 100 % en mi intuición. Claro, no voy a confiar en mi físico. Entonces, sé que ahí, sé que estoy cerca pero no lo veo. Entonces, lo bueno de esas partidas que vas jugando en tu tragaperras mental lo bueno de eso, es que cuando acaba la partida, no se acaba. Esa partida se va por ahí y siguen girando las ruedas. Tú no eres consciente de ello, pero ahí está la partida. Por otro lado, yo tenía una partida que no me acordaba que estaba jugando. Y era, yo hacía tiempo hice un juego con un cuchillo. Un cuchillo que estaba hacia arriba y estaba tapado con un vaso opaco. No se veía y había tres o cuatro vasos más confundiéndolos. Los mezclaban y tú tenías que chafar con la mano todos menos uno. Con suerte, el del cuchillo. Y había funcionado muy bien, pero yo quería que fuera más espectacular, que hubiera más tensión, que fuera más mágico pero tampoco lo había conseguido. Pero estaban por ahí las ruedas girando. Y las ruedas, yo no lo sabía, pero estaban por ahí. Y un día sin pensar en nada tranquilamente en la playa, de repente veo a un niño que va pisando los castillos de arena de otros niños. Pensé dos cosas, la primera no se puede decir. Y la segunda: me pareció precioso cómo desparramaba toda la arena, era maravilloso. Entonces, de repente, surgió la magia. Se alinearon todas las ruedas y vino el premio. Antonio Banderas, actor, La piel que habito, hace de cirujano... bisturí. ¿Por qué no hacer la magia del cuchillo pero con su bisturí? Y en vez de cubrirlo con un vaso opaco, cubrámoslo con un castillo de arena, que es igual, no se ve si hay bisturí o no. Y sólo la imagen de Antonio Banderas sin saber si hay bisturí o no, claro, que lo haga él, yo no lo iba a hacer, que chafara él. Sólo él chafando con la mano fuerte y desparramándose la idea, eso vale oro. Y así es como surgió. Total, resultado: lo más visto de la cadena en todo el día. Cuatro millones de espectadores. Todo el mundo me felicitaba a mí cuando realmente la idea era de un niño de cuatro años. Pero hasta hoy nadie lo sabía. Entonces, esas ruedas, ¿qué llevan? ¿Qué metemos ahí? Todo, todo. Todo lo que ves, lo que lees, lo que hueles. Hay que tocar. A mí me gusta mucho tocar. Por eso a Elena la he tocado, porque me gusta mucho tocar. Hay que ver. Hay que experimentar cosas viejas... no. Experimentar cosas nuevas Revivir las viejas. Hay que salir; la cultura no es un lujo. Sin cultura no puedes hacer más cosas. Hay que abrazarse, hay que hacer de todo. Recordad que eso va a las ruedas. Pero que somos como un coche, que lo pone aquí. Somos como un coche... Las ruedas, nuestras ruedas vienen de serie, pero los extras hay que meterlos. Todos tenemos las ruedas y cuanto más las metas irás construyendo tu base, y cuanto más grande sea tu base más alta será tu pirámide. Es importante no parar de tocar. Yo el otro día, chupé el suelo, porque dije: "El Papa cuando baja, le da un beso, voy a probar". No lo hagáis, pero me ha dado una experiencia nueva. Pero se trata de eso. Hay que generar estímulos, para ti y para otros. Eso es lo más importante de todo. Sólo hay un problema: que las ruedas no giran siempre como queremos. O sea, hay algo que hace que esas ruedas no giren bien, que se oxiden, que no haya ganas de sacar la combinación ganadora, y es el miedo. El miedo es el instinto que nos ha hecho sobrevivir, pero que no nos deja evolucionar, no nos deja avanzar. Básicamente hay dos miedos que nos interesan: son el ridículo y el rechazo. Las dos erres. El ridículo y el rechazo. Bien, tengo una buena noticia: el ridículo no existe. No existe, o sea, ¿el dolor existe? Sí, lo he probado. (Risas) Metes la mano en agua hirviendo y te duele, lo he probado. Probadlo. Eso o chupar el suelo, lo que queráis. Probad cosas nuevas. Claro, os voy a poner un ejemplo claro. Este soy yo... en un buen día. Al acabar el programa, tengo 30 minutos para llegar al aeropuerto. Los jueves me voy corriendo a Valencia. Tengo 30 minutos para llegar al aeropuerto. Aunque, como viajo con Iberia, tengo unas dos horas de margen de más. (Risas) Pero bueno, ahí estamos. Entonces, en esos 30 minutos, tengo que desmaquillarme, firmo autógrafos, me hago fotos, cojo el taxi, voy al aeropuerto, cruzo el control, corro por toda la Terminal 4, sudado, llego al aeropuerto, la gente me mira en el avión diciendo "Ay, madre mía, ya sabía yo que los de televisión eran raritos". Luego viajamos a Valencia. Me hago más fotos con la gente, cojo un taxi, llego a casa, agotado, voy al cuarto de baño, enciendo la luz, me miro en el espejo, y tenía las orejas verdes. (Risas) Claro, con las orejas verdes y esta barriga, parecía Shrek. De repente dije: "Qué ridículo he hecho". No, un momento, un momento. Cuando yo iba corriendo por la Terminal 4 con mis orejas verdes, yo era feliz. Yo no notaba nada, no me salían cosas raras ni me latía el corazón más fuerte ni nada. Entonces, cuando teóricamente estaba haciendo el ridículo, no pasaba nada. Y ahora que me he dado cuenta me está entrando la risa. Entonces, puedo asegurar que el ridículo no existe, es una opción personal de cada uno. Tú eliges, es subjetivo. Tú eliges si lo quieres tener o no. Ya está, te cuesta lo mismo. Yo he decidido no tenerlo. Vivo más feliz, más tranquilo y soy más creativo. Cuando se me ocurre algo, lo pongo en marcha. Me da igual hacer el ridículo porque no existe. Y como no existe, os puedo enseñar la foto completa. (Risas) Menos mal que no existe. El Elvis cantaba; algún día os explicaré el proceso. Y el... y el... (Aplausos) Aplaudes esto, ¿eh? Pues tenía cinco tatuajes en el cuerpo. Y el rechazo, ¿existe? Sí, pero es lo normal. No te puedes enfadar. Es lo normal, o sea, venimos programados biológicamente para ser rechazados. Eso es así. Lo que pasa es que no os acordáis. O sea, todos los aquí presentes nueve meses antes de nacer fuimos los únicos no rechazados en esa carrera. Pero lo normal era haber caído ahí. Y nos hemos malacostumbrado. (Risas) El rechazo existe, eso es así. Y ya está. Creo que ha quedado claro el ejemplo. Pero nos hemos malacostumbrado. En "El hormiguero", el 90 % del trabajo se rechaza. Puedo asegurar y probar que los calvos y los gordos son más creativos. Porque han sido rechazados más veces. Si alguna vez dudáis entre contratar a un guapo o un feo, coged al feo. El guapo ya hará anuncios de perfumes, coged al que sabe, hombre. No sé si me entendéis la línea. El rechazo es bueno porque te hace currártelo. Si es fácil no tiene gracia. Y te esfuerzas más, mola más. Entonces no te puedes enfadar por cosas normales. El sol se va, no te puedes enfadar; el agua moja, me rechazan, no pasa absolutamente nada. No pasa nada. ¿Ahora qué viene? Ah, esta es muy buena. Ahora os lo cuento. Lo más importante es lo que hablaba Juanjo: la actitud. Yo me enfrento a muchos problemas, no sólo psicológicos, como veis, sino de otro tipo, todos los días. Yo, para que os hagáis una idea, el "El hormiguero" es un programa diario, hacemos 12 horas al día. Son 12 horas al día, como dirían los chinos: media jornada. Y yo allí estoy de coordinador de guiones. Todos los días tengo charlas con dirección, realización, producción... con los guionistas, con comercial; hay varias secciones externas que las llevo yo; soy el responsable directo y encima tengo mi sección. Yo a mi sección no llego. O sea, yo no llego a mi sección. Y hay dos formas de encarar esto: una es precisamente: "dentro de dos días tengo que salir a hacer magia y yo ahora mismo no sé qué voy a hacer". No pasa nada. No pasa nada. Hay dos formas de enfocarlo. Si yo digo "Sólo me quedan dos días", estoy acabado. Estoy hundido. Pero si cambiamos ese "solo" por "aún". Ya está: "Aún me quedan dos días". Me voy a quedar al catering. ¿Ves?, hay que cambiar el "solo" por el "aún". De verdad, "solo" implica "poco"; "aún" significa "suficiente". "Solo" te mete presión, "aún" te da tranquilidad. Hay que cambiar ese "solo" por ese "aún". Es habitual en mí, venid cuando queráis y lo comprobáis, muchas veces quedan tres horas para salir en pantalla y a mí no me sale. Lo que estoy probando no me sale. Bueno, si digo "Sólo me quedan tres horas", no va a salir. Y encima, cuando sale mal, lo ven tres millones de personas y las redes sociales me machacan. O sea, yo vivo con estrés y duermo con ansiedad. Si sigo así, a largo plazo podría quedarme calvo. Lo superaré. Entonces, si pienso eso, estoy hundido. Pero si pienso "Aún me quedan tres horas", es "Aún me quedan tres horas para enfocarlo de otra forma". Para ver qué ha fallado; puedo probar esto otro, puedo cambiar la presentación; hay mil cosas. Hay un problema, te centras en el problema y puedes solucionarlo: "aún llego, perfecto". Cambiad el "solo" por el "aún". Si dices "Solo me quedan tres horas", sigo teniendo el mismo problema: no me sale. No me sale. Pero acabo de crearme otro nuevo, que es: no llego a tiempo. O sea, tengo el mismo problema, pero uno que no tiene solución. El tiempo no se puede parar, el tiempo sólo se puede aprovechar. Yo os aconsejo que cambiéis vuestro "solo" por "aún", viviréis mejor, seréis más felices, comeréis más, dormiréis más y seguro que seréis más creativos. A veces falla todo. ¿Vale? A veces falla todo, no hay forma de... Esta es una escena de la película "Big", de Tom Hanks. Yo de pequeño vi esta película y me obsesioné con ella. Siempre recurro a esto cuando todo va mal. Porque todos hemos hecho algo extraordinario en nuestra vida. Todos hemos logrado algo extraordinario, ¿por qué no repetirlo? No se trata de poder, se trata de saber que puedes. Yo me obsesioné con este piano y quería tocarlo en los teatros. Me puse en contacto con el inventor, le expliqué la idea, no acababa de entender para qué quería un piano tan caro para tocarlo en el teatro, pero era un tío italiano y es normal que no me entienda. Me arruiné, conseguí el piano, lo tengo aquí. Lo tengo aquí, un piano de 5 metros. Cinco metros, o como dirían en Bilbao: un Casiotone. (Risas) Cuando me llegó el piano, hubo un pequeño problema. Un pequeño problema en el que no había caído: yo no sé... tocar el piano. No sé solfeo, no tengo oído musical, soy arrítmico, es imposible tocar esto. No sé cantar, no sé bailar; la gente decía "Te has arruinado, ¿para qué?" Encima tengo dos hernias discales y me han prohibido dar saltitos. Creedme, nunca dejéis que nadie os diga lo que podéis o lo que no podéis hacer. ("Heart and Soul" y "Chopsticks", de "Big") (Aplausos) Gracias. No puedo más. (Risas) Voy a parar, no por tiempo, es que no puedo más. Sólo quería deciros que aunque sólo me quedan dos minutos aún me queda el tiempo suficiente para daros las gracias. Me lo he pasado pipa. Me acordaré de este momento toda mi vida. Y os invito a todos a que vuestras ruedas sigan girando y sigáis sin ridículo, sin miedo y dando saltitos por la vida. Muchas gracias. (Aplausos)